sábado, 29 de mayo de 2010

Artículo publicado en la Revista literaria "Ariadna" por Álvaro Muñoz Robledano.


La caminante de música
María Luz Escuín

Madrid, Endymión, 2009

por Álvaro Muñoz Robledano


Qué sería de nosotros si de cuando en cuando no tuviéramos que someternos a exámenes como el que ahora se nos propone, si constantemente pisáramos suelo conocido y no dispusiéramos más que de unos pocos vestigios de vértigo.

Convivimos, quizás, demasiado con las palabras. Día y noche hacemos uso de ellas irreflexivamente; también, quizás, cuando escribimos. Al fin y al cabo, están ahí, serviciales e inertes como una muñeca hinchable, como un perro amaestrado del que no recordamos que puede gruñir, abalanzarse, morder..

La caminante de música recorre un paisaje en el que el peligro principal, la amenaza latente en los linderos son las palabras, sus referentes y sus endemoniados giros. Más allá de la atrabiliaria sintaxis que se menciona (muy justamente) en la contraportada, Escuín practica la subversión de los valores en que sostenemos nuestra gramática, tan indolora y tan insípida a diario, también en el diario de la poesía. Aquí los diminutivos son terribles, los adverbios ejecutan la acción de un sujeto, lector y escritor, que comienza a caminar despacio, sospechando que el acantilado está más cerca de lo que los versos dejan entrever. No es un libro del que deshacerse de un vistazo. Necesita hacer muchas noches en él, necesitamos pertrechos, y necesitamos un barco, el de nuestra posibilidad de descubrir poesía, más grande.

En La caminante de música hay mucha inteligencia, inteligencia que debe ser sentida en la piel, en la habitación de paredes tan extrañas, en las calles que nunca antes habíamos recorrido.

A.M.R.

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