miércoles, 8 de diciembre de 2010

poemas de "La caminante de musica"

Somos del cuerpo,
con la manutención de contrarios
y el dolor cuantico.

Somos de la repetición:
vacio y lleno
cloaca de la vida.

Pero nacionalidad aire
redacción quiero,
galaxia por perdón
un sí que me deshaga,
disparo de fe quiero.

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El hombre acaba aquí,
ganado vertical,
sus compuertas brutales y agoreras.

Y sin embargo,
podría cauterizar angélico,
temporales hacer por favor,
absoluto y relativo.

Y sin embargo
un quilate bendito puede ser,
puede batirse aura.

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Ni fotones del alma me convencen,
pertenezco a esta tierra
aunque tenga dolor de sencillez
y pida otra vida.
Pero altruista he sido
mi plenitud es el hambre
y paradero Abel,
complot en paz mi mano
y su pichón arruga.

Pero terminará
mi espíritu elevándose:
titubeo perdono
un papelucho de bondad.

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En tí no espero
porque esperar así
es noche ventaja.

Tierra y muerte me aguardan
porque hasta ahora,
lo que no creo me basta,
trifulca de la luz.

Y de Dios es la culpa:
su fonema relámpago
multitud instantanea
y absorta de tiempo
a su embolia resisto.

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Conversación nativa
hago contigo,
aunque seguro sea:
dos irrisorio
la apnea desearlo.
Aunque seguro sea:
un quiebro del unísono
o estridencia conmigo.

No hay nadie que me escuche
allá en chantaje,
solo ha sido mi oido:
lindero castellano
valiente de mi ser.

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Dios: vence la inexistencia
inspírame la sincronía infantil:
tuteo superdotado,
ríndeme número.

Dame tu imposible
y acabemos en todo
dinamitando el punto.

Te alojarías en mí
por el educado padre nuestro,
te alojarías:como una fechoría de bondad.

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Dios sería un sonido visto,
pregunta que me escoge:
no próspera,no activa
mentira verdadera.
En palabra obedezco,
locales soy,
no hay descanso de Él
alíjo que no creo.

Porque su acuifero de seda
camada celestial
yo no lo entiendo:
pentágono en mis redes
mi indecisión lo afuera.

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El cálculo irrompible de miraros
estrellas religiosas:
mansa sois de utopía
gracias distancia.

Acalórate en mí
dedal mi pensamiento,
soflama dudar soy:
pero la letra pí,el gorjeo
sinónimos de Dios
yo no los llevo.

No sé mitad que hacer
nacer querría
a otra clase de bodas:
tornillo anunciación
del alma con el cuerpo.

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RESURRECCIÓN DE LÁZARO

Llevaba cuatro días
cruzando a nombre,
ya olía el fuí,
pero levántate y anda:
son obreras verdades
mi hipnosis Jesucristo.

Mestizajes ahonda,
la autofagia me lleva,
aquí revuelta con mi estado
la tierra he contraído.

La Estgia cerebral
el incesto del habla
no supo el día ni la hora.

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A MARIA ZAMBRANO

En el principio era la palabra
cuando hermana volumen solo era,
momentos antes del lóbulo izquierdo
la potable risueña.

En el principio era la luz
el ser contínuo
y alcoholiza la lógica.

En el principio era la tiniebla:
los estados fetales prometiéndose,
el combustible hágase
la aparecida física.

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TERES DE JESÚS

Ensimismarse:
salir de sí
radicalizarse otra.

Ensimismarse tanto
cuando el tiempo es el sitio,
imitación ahí
paréntesis te tiene.

Atención sola serás:
latidillo me izquierdo,
caer que existo
muero que pienso.

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sábado, 29 de mayo de 2010

PREMIO DE LA CRÍTICA (AECL), BCN 2010

MARÍA LUZ ESCUÍN QUEDA FINALISTA DEL PREMIO NACIONAL DE LA CRÍTICA 2010 Y DEL PREMIO ANDALUZ DE LA CRÍTICA 2010, CON SU LIBRO "LA CAMINANTE DE MÚSICA"(Edi. Endymion)

finalistas premio nacional de la critica 2010
SELECCIÓN POESÍA

Ada Salas, No duerme el animal, Hiperión, 2009.

Alejandro Céspedes, Flores en la cuneta, Hiperión, 2009.

Álvaro Salvador, La canción del Outsider, Visor, 2009.

Carlos Marzal, Ánima mía, Tusquets, 2009.

Carmelo Guillén Acosta, La vida es lo secreto, Adonais, 2009.

Christian Law Palacín, Algo menor que el corzo, Pre-Textos, 2009.

David González, Loser, Bartleby, 2009.

Dolors Alberola, Del lugar de las piedras, Yaganes Producciones, 2009.

Enrique Barrero Rodríguez, Liturgia de la voz abandonada, CajaSur, 2009.

Francisco Ferrer Lerin, Fámulo, Tusquets , 2009.

Guillermo Carnero, Cuatro noches romanas, Tusquets, 2009.

J. M. Caballero Bonald, La noche no tiene paredes, Seix Barral, 2009.

Jacinta Negueruela, Cuerpos varados, Devenir, 2009.

Jaime Siles, Actos de habla, Plaza & Janés, 2009.

Jesús Munárriz, Por la gracia de Dios, Point des Lunettes, 2009.

Jorge de Arco, La casa que habitaste, Rialp, 2009.

José Mª Millares Sall, Cuadernos 2000-2009, Calambur, 2009.

Juan Antonio González Iglesias, La lengua ciega, DVD, 2009.

Julia Piera, Puerto Rico digital, Bartleby Editores, 2009.

Julián Cañizares Mata, Sustituir estar, DVD, 2009.

M. Ballesteros Alonso, Al otro lado, Devenir, 2009.

María Luz Escuin, La caminante de música, Endymion, 2009.
Noni Benegas, De ese roce vivo, Huerga & Fierro, Madrid, 2009.

Tomás Segovia, Aluvial, Pre-Textos, 2009.

Noticia aparecida en el diario Córdoba con motivo del Premio Andaluz de la Crítica

Gutiérrez Solís, Ranchal y Escuín optan al Andalucía de la Crítica
Los novelistas compiten con Muñoz Molina, Antonio J. Quesada y Rafael Ballesteros

El Día / Córdoba | Actualizado 25.02.2010 - 05:00



Tres escritores cordobeses optan al XVI Premio Andalucía de la Crítica, que será entregado en Arcos de la Frontera el 21 de marzo. Salvador Gutiérrez Solís y Miguel Ranchal compiten en la categoría de narrativa por sus novelas El orden de la memoria y El dedo incorrupto de Nerón, mientras que María Luz Escuín es una de las finalistas en poesía con La caminante de música.

Las obras de Gutiérrez Solís y Ranchal competirán con La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, La muerte tiene la cara azul de Rafael Ballesteros y Se hace camino al andar de Antonio J. Quesada, mientras que Escuín tiene como rivales a Juan Cobos Wilkins (Biografía impura), Álvaro Salvador (La canción del outsider), Domingo F. Faílde (Carnalia), Juan Lamillar (Entretiempos), Francisco Basallote (Naturalezas muertas) y José Cabrera Martos (Goethica).

Gutiérrez Solís ha conseguido con El orden de la memoria, publicada por la editorial Destino, una de sus mejores narraciones, precisa y misteriosa y que ha recibido elogios por parte de la crítica. Ranchal fusiona historia e intriga en El dedo incorrupto de Nerón (editada por Cajasur) y Escuín, granadina residente en Córdoba, prosigue sus indagaciones líricas en La caminante de música (editorial Endymion), que le ha llevado siete años de trabajo.

Los miembros del jurado de ambas categorías se reunirán en la localidad gaditana los días 20 y 21 de marzo para elegir a los ganadores. En anteriores convocatorias han obtenido este premio escritores como Pablo García Baena, José Antonio Muñoz Rojas, Chantal Maillard o Antonio Prieto.

Reseña de Marina Moreno Lorenzo

La caminante de música

Esta es el título de la nueva entrega de poemas de María Luz Escuin, escritora que concilia una intensa vida profesional -en una actividad en principio tan apartada de lo poético como pueda ser la estomatología- con una trayectoria de publicaciones comenzada durante su época de estudiante. Su primera obra, Extrasístole, que se publicó en 1975, denuncia ya el estigma que en su idiolecto dejará la carrera de medicina. La siguiente, Los versos en peligro, no aparece hasta 1995; este largo paréntesis se debe a imperativos de la vida familiar y a ello se alude en el epígrafe, pues ciertamente parecía que su labor poética se hallaba en trance de extinción. Salvado este obstáculo, Empleo terrenal se publica en 2001, pero la autora sigue mostrándose poco pródiga, puesto que ha dejado pasar ocho años hasta la obra que ahora nos ocupa, sin duda debido a lo quintaesenciado de sus versos, de maduración larga y a veces dolorosa. Esta producción relativamente escasa no le ha impedido figurar en prestigiosas antologías como Las diosas blancas (1985) e Ilimitada voz(2003).

El poemario que ahora comentamos está dividido en tres secciones, la primera homónima del título: La caminante de música, y las otras dos: Poemas a la muerte de mi padre y Mis nombres.

En el prólogo de Carmen Calvo leemos un acertado juicio sobre la importancia de la lírica en el panorama vital de la autora:”La poesía es su cielo particular, el lugar del mundo terráqueo al que ella va para poder continuar, dicho de otro modo, la poesía como necesidad de su existencia”.

La caminante de música se centra en la condición humana con una cierta inquietud metafísica que resulta novedosa en María Luz. El nombre de Dios y las resonancias bíblicas cargan de profundidad estos poemas: Dios sería un sonido visto,/pregunta que me escoge/no próspera, no activa/ mentira verdadera o El hombre:/ bonachón barro, /masaje de apetitos,/ en este valle incrédulo/donde pacen los órganos . El mundo de lo femenino, tan presente en obras anteriores, es sustituido ahora por lo humano, sin matices de género ni sexo. El paso del tiempo y la madurez dominan esta primera parte.

Poemas a la muerte de mi padre es una incursión en el generoso terreno de la elegía, que tantos versos inolvidables ha esculpido en nuestra memoria escolar:¿Dónde está mi padre/entre las rendijas del bien/en el vientre salvación? . Un sentimiento auténtico atraviesa esta poesía solo en apariencia abstracta y hermética, no en vano el tema de la muerte ha estado siempre presente en la poesía de María Luz Escuin, junto al de la familia, este ya no tan habitual como el de las postrimerías: Llamarme hija: /atornillada a ti/ como el ¡ay !de madera/ todo el adviento nombre.
Mis nombres es un homenaje a la amistad, a la inspiración y aliento que otros seres le ofrecen, ya sean amigos de la infancia como Lourdes Rosa, Entonces en la infancia/ tu risa eras, o compañeros en la tarea de la escritura como Juana Castro, Mujer:/ arquitectura Ella/ y constelación te admiré, o personajes que sin conocerlos directamente, han influido en su pensamiento y en su obra, tal Emily Dickinson, Tu nombre/ ensaliva mi fe, o María Zambrano, En el principio era la tiniebla:/ los estados fetales prometiéndose.

En la línea que la caracteriza, continúa forzando a sus versos a adaptarse a un idioma propio, marcado por un léxico que extrae sus metáforas de tres veneros principales: la medicina, la infancia y el mundo de lo cotidiano: Hasta aquí hemos llegado/ digestiones y bazo,/ municiones de agua/ huesos demostraciones o Volver a la inocencia:/ pececillo reojo,/ cuando eras rehén para tu edad/ polen de números . Sus poemas se construyen con una estructura en la que las categorías gramaticales se mezclan en una sintaxis transgresora y minimalistamente gongorina. Pero tal vez lo más suyo sea ese ritmo, o mejor, esa arritmia del verso. María Luz es implacable en su persecución de la disonancia y en su huida de cualquier ritmo tradicional. Sus versos progresan triturando armonías, rozando los nervios como cables pelados. No busca halagar el oído sino machacar esa tradicional melopea adormecedora convirtiendo su poesía en antihipnótica. Sus versos son como esos frutales crucificados en hileras de alambre para que produzcan más ocupando menos espacio. En estos tiempos de músicas celestiales esta poesía es el pellizco que nos provoca y nos despierta.


Marina Moreno Lorenzo



María Luz Escuin: La caminante de música, Madrid, Endimión, 2009.

Artículo publicado en "Suplemento cultural Cuadernos del sur" del diario Córdoba.

Toda clase de amor lenguaje sea
Maria Luz Escuín y su Caminante de música
Juana Castro
Ocho años ha tardado Maria Luz Escuín en dar a la imprenta un nuevo libro, desde su última publicación, Empleo terrenal (Madrid, Devenir, 2001). Anteriormente había publicado Extrasístole (Granada, Zumaya, 1975) y Los versos en peligro (Madrid, Incipit, 1995), además de colaboraciones en diversas antologías temáticas y cronológicas.
Ya en 2003 el profesor y crítico José María Balcells, a propósito del estudio Ilimitada voz. Antología de poetas españolas 1940-2002 (Universidad de Cádiz) había escrito: "María Luz Escuín es una de la voces poéticas más radicalmente originales del último tercio de siglo. Esa originalidad no sólo deriva de su tan enrevesada como insólita perspectiva conceptual e imaginística, sino sobre todo de su vaciarse en el logro de una lengua rara a fuer de tan propia, su característica literaria más genuina es su aparentemente atrabiliario empleo del lenguaje"
En este La caminante de música, la voz solitaria se afianza en su particular escritura, que puede tener conexiones o contactos con otras obras o poetas pero que, finalmente, no deja de ser única en la poesía escrita en español. Porque, partiendo del surrealismo y casi de la escritura automática como pudiera parecer en una primera lectura, cuando ahondamos en ella advertimos que puede estar tan cerca como tan lejos. Si la mayor parte de la poesía surrealista se recrea en la profusión del lenguaje hasta adoptar la forma del versículo, aquí el verso es breve, casi siempre heptasílabo, como también son breves los poemas. Del surrealismo sólo queda la libre asociación de los conceptos y la unión de las palabras, pero aquilatando la expresión hasta adelgazarla.
Lo que hace Maria Luz Escuín es prescindir de los nexos, usar muy poca adjetivación y componer su discurso fundamentalmente con sustantivos y verbos, salpicados de vez en cuando por algún otro elemento, como los adverbios. Lo más llamativo es, sin embargo, el uso continuo del hipérbaton, porque rara vez sujeto y predicado ocupan su lugar esperado. Surrealismo, sí, por las relaciones lingüísticas que parecen escapar de los dictados de la razón, donde los elementos más dispares se revelan unidos por relaciones secretas, asociación mental libre, como proclamaba Breton en El surrealismo y la pintura, en 1928; pero también economía del lenguaje, distorsión de la sintaxis y uso especial de la morfología.
Tal vez la primera fase de la escritura, su armazón, sí se base en la escritura automática, pero, a la vista del resultado, está claro que su autora somete esa primera versión a una insistente poda y a la economía más honda, para resaltar únicamente aquello que debe ser resaltado, suprimiendo todo desparramamiento retórico, el que comúnmente entendemos por surrealismo. Muchas veces las palabras son utilizadas con otro valor morfológico, como en: “el barrizal oboe”, “temblores sístoles”, “perdí celularmente”, “pastora piedra”, “ruido pedacito”, inferior hacha”… Y otras, es la irrupción de vocablos tan inesperados como inusuales, porque en el universo de Escuín no hay leyes de asociación ni existen palabras antipoéticas: “Morir: / esa almita cuchara” (página 40); o “soflama dudar soy” (página 22).
La repetición de primeros versos a lo largo de varias estrofas hace que los poemas adquieran al oído un cierto tono salmódico, pronunciado aún más por la brevedad de los poemas y la cadencia continuada del ritmo, como en “Tu mano” (página 38) o en “Mi padre inerte” (página 34).
Quizá La caminante de música deba su título únicamente al seguimiento de esa música interna, la del pensamiento, que va trazando baladas rítmico-existenciales, porque no de otra cosa trata este poemario sino de la reflexión hacia la mitad de la vida. En la primera parte, “La caminante de música”, los poemas hablan desde el pensamiento y el conocimiento de la muerte, de la escritura, de Dios o del no-Dios; en la segunda, “Poemas a la muerte de mi padre” late la cercanía lírica de la experiencia, y ahí sobresalen unos poemas densos, profundos y muy personales, con versos que dialogan con la figura del padre, al borde de la muerte y en el recuerdo del pasado, pasado que es la vida y también su nacer y su acabamiento; y la tercera, titulada “Mis nombres”, la constituyen composiciones dedicadas a diversas figuras del presente y del pasado, figuras que tienen que ver con diferentes formas de creación, desde Olga Orozco a María Zambrano u otras más cercanas como Pablo García Baena o Dorotea von Elbe. La sección se cierra con sendos poemas dedicados a personas desaparecidas recientemente, por lo cual el círculo iniciado en la primera parte se cierra de nuevo con su misma temática, porque la muerte atraviesa todo el poemario, lo recorre con la intuición y el pensamiento, con los hallazgos y su reflexionar alerta.
Siempre ha declarado Maria Luz Escuín que su personal compromiso es primero con el lenguaje, y se ha mantenido fiel a ese principio, porque es el lenguaje la materia primera y el campo de experimentación de su poesía. Poesía que arrastra a veces a su economía términos aparentemente no poéticos, traídos del mundo científico, de la biología o del argot familiar y de la calle: reservorio, papelucho, enfisema, fotones o isquemia son algunos de estos términos.
Pensamiento, muerte, existencialismo, metapoesía… Toda esa temática se aúna en La caminante de música para acabar siendo a la vez y esencialmente la reflexión vital del lenguaje y de su expresión, como se lee al final del libro: “Del lenguaje venimos”; y “que toda clase de amor lenguaje sea”.
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“La caminante de música”. Autora: Maria Luz Escuín. Edita: Endymión. Madrid, 2009

Publicado en la revista literaria "Calipso" por Ángela Serna

POEMARIO DE MARIA LUZ ESCUÍN

La Caminante de Música

Maria luz Escuín inició su andadura editorial en 1975 con el poemario Extrasístole. Hoy, treinta y cuatro años después, nos sorprende con La caminante de música (Endymion Poesía). Entre ambos, ha publicado Los versos en peligro (Incipit 1995) y Empleo terrenal (Devenir 2001). Además, su poesía ha ocupado las páginas de algunas Antologías como Poetas heterodoxos andaluces (1978), Las diosas blancas (1985) o Ilimitadavoz (Antología de poetas españolas 1940-2002) de José María Balcells.

La Caminante de música me ha llegado de la mano de la propia María Luz, junto al saludo de una amiga común, la gran poeta Juana Castro, y nada más abrir el libro he comprendido por qué fue seleccionada para formar parte de la Antología Poetas heterodoxos…: su característica más visible es precisamente ésa, la heterodoxia. Esta caminante de música nos pone en contacto con una voz distinta, sorprendente por el uso que María Luz hace de la sintaxis y por su forma de tender puentes invisibles entre las palabras.

Caminar por este libro es una aventura y, como toda aventura, conlleva sus riesgos. Ya el título suscita numerosos interrogantes: ¿Qué rutas seguirá esta caminante? ¿Qué música será su música? Intentar responder a priori éstas u otras preguntas resultaría infructuoso pues advertimos pronto que las palabras de María Luz no siempre son lo que parecen: son algo más, o algo menos.

El libro podría muy bien ser una caja de música, también la caja de Pandora, incluso una caja de resonancia (“el cuerpo / la poesía”) en la que las letras, las palabras, en su proximidad, dibujan pentagramas para que ruido y melodía, sin estridencias, puedan aliarse en un mismo espacio (caminante) – tiempo (música).

Traspasados los umbrales del título y de la dedicatoria (“A mis hermanos Sole y Ramón”), nos da la bienvenida una cita de Derrida que nos advierte de los riesgos del poema y, por extensión, de la lectura del poema:

Todo poema corre el riesgo de carecer de sentido
y no sería nada sin ese riesgo.

Desde luego, la poesía de María Luz corre ese riesgo, y el lector también porque, de manera inusual, se ve inmerso en una “poesía electricidad”: una especie de desfibrilador que a golpe de descargas puede prolongar la vida y el verso.

Tres son los espacios y los tiempos que María Luz compone para su “caminante”: “La caminante de música” (29 poemas), “Poemas a la muerte de mi padre” (22 poemas) y “Mis nombres” (18 poemas). Tres tempos que van decreciendo a medida que el sujeto poético se encamina desde la idea genérica del ser (“el hombre”) hacia una visión más íntima (“el padre”), más personal (“mis nombres”) de la existencia.

A diferencia de otros escritores, a los que hay que leer entre líneas, María Luz nos invita a leer entre palabras. Su gran capacidad para llevar la elipsis hasta límites insospechados, con una economía del lenguaje extraordinaria, hace que sea entre las palabras donde se escriba su poesía: en ese sutil silencio que las reúne a la vez que las separa. Y esto, para cualquier lector, para un lector cualquiera, exige una gran atención, ya que adentrarse en el “universo” que circula entre las palabras de María Luz obliga a mirarse en múltiples espejos (cóncavos y convexos) y a escuchar simultáneamente varias melodías, mientras el ruido, estertor a veces, se filtra por cada fisura haciendo que nuestro caminar “incierto” tropiece a cada paso.

En su conjunto, el libro reproduce la paradoja de un itinerario vital: “vacío/lleno”, “somos/no somos”, “aparecer/desaparecer”. Un destino común que la poesía de todos los tiempos ha cantado desde ángulos diversos. En estas páginas, María luz se adentra en las estancias del tiempo: ése que pasa y que nos va dejando huérfanos de casi todo: palabras, seres queridos…, el habla, salvo de recuerdos: “con los recuerdos / mutismo desclavé”. Un recuerdo-espejo de lo inevitable: “todo ha de morir”, “yo soy muerte”. Una muerte que sólo la poesía “vinagre verso” puede retardar porque la poesía-sangre, la sangre-palabra se convierte en recipiente de todo, incluida la muerte “del padre de todos mis cuentos” y del nombre de todos “mis nombres”. Pues la poesía puede, cual canto de gallo, repetir tres veces lo evidente: “yo soy mi muerte” y desde la repetición “negar”, exorcizar el paso inexorable del tiempo. La poesía puede trasladarnos a ese lugar, a ese tiempo que sólo desde el lenguaje es posible construir: el de la infancia-paraíso, “saltimbanqui letra”. Y si es cierto que “del lenguaje venimos” y “por él somos”, y si sólo el lenguaje es “el verdadero cambio de estado”, sólo desde él perdurará “la poesía electricidad” capaz de acoger todos los nombres a pesar de lo que cuesta decir “la vida de tu nombre / el nombre de tu vida”.

Desde el lado más físico, más visceral del lenguaje, María Luz se sumerge con sus versos en esa “duración bisílaba / voz de sus letras” que es la vida: vida y poesía: aire, soplo necesario para que suene el instrumento que hará que la caminante sea realmente caminante de música. De su mano, el lector podrá deslizarse por sus grietas y contemplar desde los abismos cómo se van recortando las distancias entre principio y fin, entre vida y poesía: una poesía-música engendrada por el amor de las palabras.

Ángela Serna
Calipso, junio 2009



POEMA

Poemas a la muerte de mi padre

Mi padre: roto ajeno,
y ahora solo queda:
lamido piar
la muerte pronunciada.


Desencuadernado mío
te abres por el dolor,
y herrada palabra eres:
ruido pedacito
lo inferior hacha.


La mirona materia
no te tapa,
solito está tu fallo
tu fallo escarba.